El desarrollo humano visto desde la integralidad del ser (página 2)
El proceso mental
por excelencia, es para mi la metacognición porque, no teniendo un
sentido (receptor sensorial) ni debiéndose expresar de
otra manera que mediante el lenguaje
interior, nos hace caer en la cuenta de que somos, de que estamos
pensando, de que podemos ser sujeto y objeto de estudio al mismo
tiempo. Los
desarrollos que tiene la metacognición en ciertas
experiencias de algunas personas, como la introspección,
la meditación y el autoanálisis e, incluso, en
algunos estados alterados, hacen que la metacognición
ocupe un lugar privilegiado dentro de los fenómenos
típicamente y profundamente humanos.
Pero la conciencia no
puede quedarse en la individualidad y el otro, sea pareja o amigo
o interlocutor, nos informa que nuestro desarrollo
psicológico y social no podría darse en ausencia de
otros seres humanos que pueblan nuestro planeta y, más
cercanamente, nuestra ciudad o nuestro barrio. La división
del trabajo
permite también la satisfacción de diversas
necesidades y, aun el hombre
más solitario, no podría vivir sin una cultura y una
sociedad que
den un marco de referencia y unas claves comunes para sobrevivir,
a la manera de Robison Crusoe quien sobrevivió gracias a
la cultura que llevaba dentro de su mente y en los restos que le
quedaron del naufragio.
Entonces aparece la dimensión social como
determinante del desarrollo del individuo,
proporcionándole instrumentos que entran a ser parte de su
mundo.
Una vez iniciada la etapa de los sueños en la
adolescencia,
en los que generalmente se vislumbra un porvenir mejor y se
bosqueja la visión que orientará la vida
profesional y social, viene la formulación de una misión
frente a los demás, a la sociedad y al país,
aquello que se producirá y entregará al otro
colectivo, para aunar los intereses individuales y los sociales
y, para que así, tenga validez y aceptación aquello
que empieza como una fantasía adolescente.
En el camino de la realización de aquellos
sueños aparecerá la Universidad, como
segunda madre que forma, con la nebulosa de los ideales apenas
delineados, todo el universo de
contenidos, unos científicos, otros humanísticos,
otros instrumentales, para lograr una concreción mediante
la teoría
y la metodología del quehacer profesional. La
expresión "alma mater"
dirigida a la Universidad podría traducirse coloquialmente
como "madre del alma", es decir, aquel cuerpo que formará
la mente del chico soñador, exigiendo la disciplina del
estudio para que la otra dimensión, la dimensión
profesional empiece a tener forma.
La realización profesional exige la
aparición de otras manifestaciones del ser, algunas ya
conocidas por el mismo sujeto, otras latentes y con necesidad de
manifestarse a través de la praxis
profesional cotidiana. Aparece entonces la dimensión
creativa, aquella que siempre se ha requerido para la
expresión del talento, pero más en la época
actual, en la que la incertidumbre es lo único cierto.
Desarrollar y manifestar el ingenio, las inteligencias, los dones
o los talentos, como se quiera llamar, para poder afrontar
una realidad mundial, política y social
cada vez más compleja. Preparase para lo inesperado, para
lo insólito, llámese milagro o hecatombe, moldear
la esperanza para recibir lo insólito, abrir los ojos de
la mente para ver lo impre-visible; todo esto exige la puesta en
juego de una
dimensión creativa, en la que el ser en desarrollo,
siempre en desarrollo, se prepara para responder.
En apoyo de la creatividad,
el ser buscará algunas fuentes de
inspiración que proporcionan la naturaleza y
la cultura. La música, ese lenguaje
cósmico que se expresa en las maderas y en los vientos,
llena el alma de un amor
inigualable, siempre allí, siempre presente a pesar de
todas las adversidades. La poesía,
la pintura, la
literatura, todos
aquellos legados de la
humanidad al joven que crece, son los regalos de la historia para que, apoyado y
enriquecido con ellos, el joven adulto empiece su camino de
recibir y dar, como sujeto activo del entramado
generacional.
Finalmente aparece la dimensión trascendente,
como una forma de relacion con la vida, con el cosmos, con la
historia, con la responsabilidad
social y con el legado después de la muerte. Si
la muerte no
existiera no tendríamos que pensar en la trascendencia.
Pero los sueños no pueden terminar con la muerte porque
los sueños también incluyen los hijos, los alumnos,
los que han aprendido algo del adulto.
El adulto, el ser en la etapa de desarrollo en que tiene
como principal función
dar de sí a los demás, el que ha recibido mucho y
ahora tiene que entregar a las nuevas generaciones, empieza a
vivir esa dimensión trascendente en el trabajo
cotidiano de la formación de las nuevas generaciones. El
legado de la vida pasa a otras manos, que a su vez harán
la creación de nuevas manos, y por medio de las
descendencias se cumplirá con la ley
cósmica de la creación. El ser en desarrollo, en
una etapa mayor de la existencia, podrá cumplir con
aquello que dice un popular dicho de la sabiduría
colectiva: criar un hijo, sembrar un árbol, escribir un
libro.
Aquellas cosas que vivirán después de que la muerte
culmine el desarrollo.
Algunos creemos que la misión trascendente
conlleva también un camino religioso, por ser la fe una
fuente de inspiración, de sentido de la existencia, por
aportar propuestas éticas y de valores, por
dar a los momentos difíciles un apoyo y un
alivio.
Resiliencia
A veces, un discurso
psicológico tradicional, tiene la forma de un cuento de
hadas, con parámetros demasiado fáciles para
algunos y demasiado difíciles o imposibles para otros.
Cuando se dice por ejemplo que, cuando se ha sido feliz en la
niñez se tendrá una felicidad igual en la vejez; o que
aquel niño que es amado por ambos padres tendrá un
mejor desarrollo con su pareja y con el hogar que construya; o
cuando se afirma que el hecho de que se reconozca el talento de
un niño desde muy temprano, facilitará el
desarrollo del mismo posteriormente. Este es un discurso que yo
llamo "de línea recta" donde todo lo que pasa de cierta
forma en la niñez, termina de la misma forma en la etapa
adulta, apoyándose en la afirmación de que "el
hombre es
producto del
niño".
Este discurso es importante como paradigma
educativo, que promueve el amor en las
familias, la estabilidad de la pareja y la importante
relación padres –hijos, no solo como responsabilidad sino también como ternura y
acompañamiento en un trecho largo de la vida. No negamos
la importancia de este discurso en tal sentido. Pero siempre
tendremos que hacer la pregunta: Y los chicos que no tienen esa
afortunada familia,
¿qué? ¿Están condenados a la
mediocridad o a la enfermedad psicosocial o a la inutilidad en
sus vidas?
Recuerdo una niña de 13 años, que me
abordó en el patio de un colegio y me preguntó:
¿Yo soy anormal? Y luego me contó que sus padres
eran separados y que algún profesor les
dijo que los niños
que tenían padres separados no eran normales. Es posible
que esas palabras no hayan sido exactamente las que dijo el
profesor, pero la niña las interpretó así.
Alli es cuando tiene lugar la resiliencia, como posibilidad de
convertir en positivo lo que no ha sido dado en la forma
deseable
Hay varios hechos y casos humanos, que demuestran que no
todo es tristeza para el que ha sido rechazado, que no siempre el
niño infeliz lo sigue siendo, que a veces hay
jóvenes que no tuvieron padre pero que son padres
ejemplares cuando adultos. Un director regional de Bienestar
Familiar en años pasados, fue un niño que
creció en una institución; desde su cargo de
director, trabajó intensamente por los niños y por
las familias de la región, dando un gran aporte a la
sociedad.
La resiliencia, palabra tomada de la física o de la
química,
alude a una propiedad de
algunas sustancias, como el acero, que
recobran su forma a pesar de los intentos de deformarlas.
Asimismo, algunos seres, en su desarrollo psicológico,
logran aprender a hacer lo que nunca les enseñaron, se
tornan fuertes a pesar de haber sido niños débiles,
adquieren una personalidad y
un talante que no habrían imaginado quienes los vieron
crecer en un medio ambiente
hostil y lleno de dificultades.
Un viejo texto que
conservaba mi padre, publicado en las Lecturas dominicales de El
Tiempo, en 1965, con el título de "Las cunas de la
celebridad", cita muchos casos de los que rescato
algunos:
Maurice Chevalier fue hijo de un padre violento y
maltratante.
Los padres de Kruschev eran analfabetas.
Nasser fue un niño sobreprotegido por la
madre.
Toulusse Lautrec tenía varias deformidades en su
cuerpo.
El diagnóstico escolar que dieron a Einsten
fue singular: "Muchacho mal adaptado, sin amigos, alumno
problema, este chico va a tener serios trastornos mentales cuando
sea adulto".
Shakira, nuestra cantante nacional, fue rechazada por el
profesor de música y sacada de las clases de canto, porque
"no tenía voz" para cantar bien.
Según Victor y Mildred Goertzel, investigadores
norteamericanos, citados en el artículo de El Tiempo, de
400 casos de "celebridades" estudiadas, el 80 por ciento tuvo
problemas de
infancia,
maltrato o sobreprotección, madre dominante, padre
ausente, familia inadecuada, etc. El padre de Charles Chaplin
murió alcohólico, la madre de Yehudi Menuhin fue
altamente dominadora.
No todos los hombres célebres fueron al colegio o
a la universidad. Thomas Edison y Marconi estudiaron en
casa.
La cita es muy larga, pero el comun denominador es la
respuesta a la adversidad, a veces una respuesta admirable, como
la de Beethoven componiendo música en medio de la
sordera.
Este fenómeno de la resiliencia cuestiona los
modelos de la
psicología
del desarrollo de "línea recta". Pero, sobre todo, propone
una forma diferente de ver las cosas y da una esperanza a muchos
niños y jóvenes víctimas de circunstancias
desfavorables.
Una investigación universitaria interesante
podría encargarse de examinar el fenómeno de la
resiliencia en nuestro medio, no solo para conocer casos sino
para fundamentar nuevos aportes a la pedagogía. La psicología del
desarrollo reformulada desde la resiliencia como concepto
fundamental, sería una fuente de esperanza para profesores
de niños y jóvenes que hoy crecen en medio de
tantas dificultades sociales, económicas y
familiares.
Proyecto de
vida
Un estudio de la Psicología del desarrollo no
podría estar completo sino culmina en una
formulación para la vida. Contentarse con una descripción simple de lo que es el
desarrollo, en términos estadísticos, de pesos y
medidas o de tareas para lograr a medida que ocurre el
crecimiento, sería quedarse solo con la primera parte del
trabajo. Eso es lo que típicamente se encuentra en los
libros
norteamericanos de psicología del desarrollo.
Ahondando en la comprensión de los
fenómenos del crecimiento y del desarrollo, están
los aportes del psicoanálisis, de las teorías
sociales como la de Erik Erikson, de la teoría
sociogenética de Vigotsky, de
los trabajos sobre significatividad del aprendizaje de
Ausubel.
Pero luego de las propuestas explicativas que aportan
estas y otras teorías, viene la pregunta por la
teleología de este conocimiento:
¿para qué? ¿Qué sentido tiene para la
vida del estudiante o del investigador este conocimiento sino le
aporta a su proyecto
existencial o al proyecto de vida de su comunidad?
No es este el espacio para esbozar una teoría o
una metodología de lo que es un Proyecto de vida, pero mi
idea o propuesta es que, una perspectiva de la psicología
del desarrollo, fundamentada en una visión
multidimensional del ser humano y atravesada por la pregunta por
la resiliencia, solo queda completa si se enriquece con la
perspectiva que un proyecto le da a la existencia.
El trabajo de Victor Frankl sobre el sentido de la vida
adquiere mayor importancia en una época y una sociedad
como la nuestra, invadida por la mediocridad, la amenaza y la
paranoia social. Víctor Frankl, desde la prisión en
un campo de concentración donde moría gente a
diario, gestó una nueva forma de terapia existencial,
donde el sentido de la vida ocupa el primer lugar tanto
teórica como metodológicamente.
Frankl no le pregunta a sus pacientes por el pasado sino
por el futuro: ¿A dónde quieres ir?
¿Qué quieres hacer con tu vida? Basado en estas
preguntas y las respuestas de sus pacientes, les ayuda a
rediseñar su vida, a revisar sus deseos, a cuestionar lo
que hace, etc. Es una terapia prospectiva en la que, lo
fundamental, es el sentido de la existencia.
Autor:
Eugenio Telémaco
Enríquez
Psicólogo, Mg en Educación
Docente Universidad Santiago de Cali
Colombia
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